Tal día como hoy de 1905 nació Viktor Frankl psiquiatra y neurólogo judío de Viena.
En 1938 ya convertido en un médico prestigioso recibió una visa para poder marchar a Estados Unidos ya que su condición de judío hacía fácilmente predecible que bajo el gobierno nazi tuviera serios problemas para sobrevivir. Cuando recibió la confirmación que podía salvarse y fue a comunicárselo a sus padres ya ancianos, se dió cuenta que
sobre el aparato de radio, su padre habiá colocado un pedazo de mármol. En la piedra estaba grabada en dorado una letra hebrea. Su padre le dijo que la letra aparecía solamente en uno de los Mandamientos, en el Cuarto Mandamiento que dice: “Honra a tu padre y a tu madre y tú estarás en la tierra prometida”. Después de eso, decidíó permanecer en Austria y dejar que su visa americana caducara.
Se le prohibió ejerecer pero siguió haciéndolo de manera privada compaginándolo con un trabajo en el Hospital Rotschild, el único en el que se admitían judíos. En otoño de 1942 fue llevado con su esposa y padres al campo de concentración de Theresienstadt. Allí murieron sus padres, él de hambre y su madre en la cámara de gas poco después.
. ÉL y su esposa fueron llevados a Dachau y Bergen Belsen y de allí le llevaron a Auschwitz. Por una terrible fatalidad la esposa, Tilly murió aplastada en Bergen Belsen el mismo día en que se liberó el campo y las presas salieron en estampida.
Antes de que llegara la Navidad de ese 1945, Frankl sintió un impulso irrefrenable. Necesitaba hablar acerca de lo que había vivido y de lo que había aprendido en los campos de concentración. Contrató a tres secretarias y comenzó a decir todo lo que se le venía a la mente, mientras ellas tomaban nota.
Fueron nueve días en los que las palabras se cortaban solamente por las lágrimas que él no podía contener. Así nació la más grande obra de Viktor Frankl: El hombre en busca de sentido. Este libro ha sido traducido a casi todos los idiomas y se considera una obra maestra tanto del testimonio, como de la psicología.
Lo más conmovedor es que Frankl no quiso que fuera un recuento de crueldades, sino que su objetivo fue el de enviar un conmovedor mensaje al mundo:
“Yo quería simplemente transmitirle al lector, a través de un ejemplo concreto, que la vida tiene un significado potencial en todas las condiciones, incluso en las más miserables”.
Murió el 2 de septiembre de 1997 a los 92 años de edad
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